Escrito por: José
Silié Ruiz
Destino, designio
o decisión, me pregunto yo si serán estas “D” las razones para que una persona
fracase en la vida, pero de manera lógica debemos preguntarnos primero qué es
el éxito.
Ni para uno ni para otro cuestionamiento tengo
las respuestas adecuadas; de tenerlas, en el Vaticano me invistieran como Papa
o Bill Gates me contrataría pagándome un dólar
por cada comunicación de sus usuarios y yo lo aceptaría gustoso, pues me
permitiría repetir la agradable experiencia
que tuve hace un tiempo de una recepción a toda suntuosidad en la
riviera francesa en un lujoso yate
fondeado frente al port de Fontvieille de Mónaco.
Contrariamente,
si tuviera yo las respuestas a la
infelicidad y al fracaso de muchos en el
mundo, sería entonces el propietario de
ese buque y de otras propiedades
palaciegas en Londres, París y New York, en ese orden por mi gusto particular, y en todas ellas
recibiría como invitados a mis amables amigos lectores, con una copa de
champagne de la muy exquisita Cristal
de Louis Roederer. El afortunado
Pilarín puede soñar, no cuesta nada.
Veamos
objetivamente cuáles son las herramientas que podemos incorporar en el cerebro de un niño, para que
logre el éxito, todo esto antes de los siete años, para que procure ser un
adulto feliz. Las enseñanzas deben hacerse temprano en la vida, pues todo el
basamento de la personalidad se estructura antes de ese período, a partir de
ahí hay “maduración”. Sin negar la “dialéctica” humana y de que las improntas cultural y social son decisivas en esa búsqueda de la
felicidad. Pero volvamos a los niños, sustento que lo primero es, que puedan
lograr una autoestima adecuada y una seguridad de sí mismos, que les dará las armas para lidiar con las
adversidades y retos que conlleva el
estar viviendo en este efímero valle de
lágrimas.
Segundo: es que
el niño debe ser tratado de forma tal que le queden ganas y curiosidad para
seguir profundizando en el conocimiento de las cosas y los demás. Complejo
proceso que lo enseñará a soñar, predecir e imaginar. En esto conllevo los
juicios de Eduard Punset, prominente científico barcelonés, con quien comparto
la honrosa pasión de ser divulgadores
científicos.
Qué es lo que
hace a una mente inteligente: una gran capacidad de adaptación, la disponibilidad de recursos sabios para
integrarse socialmente y tener las fuerzas para luchar por metas claras y
definidas, son estos los elementos de
eso llamado “Inteligencia Emocional” por
Daniel Goleman. No es más que la
capacidad de manejarnos adecuadamente en procura de lo que se llama éxito.
Sustento que se hace necesario para que se logre el triunfo personal, que el cerebro de ese individuo tenga tres
elementos básicos: flexibilidad para cambiar de opinión, capacidad de
representación mental para predecir lo que va a ocurrir, y un cierto nivel de
complejidad neuronal. Si resumimos, el
cerebro de los más inteligentes es mucho más flexible.
Entonces el
fracaso no viene dado por -destinos escritos- como una bitácora de vuelo, ni
por –designios- de no se sabe dónde, y mucho menos nadie es tonto para -decidir fracasar-. Si vemos los
elementos de una buena crianza son: gran seguridad en uno mismo y un flexible
cerebro inteligente, los principales
elementos del deseado, añorado y
gratísimo éxito.
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